...esa hacha de verdugo indolente que los ríos de sangre obrera habían alejado y al que ahora nosotros hemos dejado que ponga el filo de su mortífero apero sobre nuestros lindos, blancos cuellos suaves de manso cordero...
...esa hacha de verdugo indolente que los ríos de sangre obrera habían alejado y al que ahora nosotros hemos dejado que ponga el filo de su mortífero apero sobre nuestros lindos, blancos cuellos suaves de manso cordero...
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