Desde el viaje a Lausanne

Han pasado muchos años y aun de vez en cuando me descubro imaginando como sería su vida.
La historia empieza en abril del 27.
Alexander y yo nos reunimos con nuestros colegas catalanes en el hotel La Florida, un estupendo edificio construido dos años antes sobre la cima del Tibidabo. Las vistas eran maravillosas, era el punto perfecto para iniciar nuestra ruta.

Partíamos del primer funicular en España para visitar el primer funicular de Suiza, el que unía los aproximados 1500m que separaban Lausanne con el pueblo de Ouchy.
Los planes eran pasar la primera noche en la ciudad condal y coger el tren d
estino Ginebra la mañana siguiente.

A pesar de nuestras intenciones de investigación histórica, el viaje no dejaba de ser una excusa para tomarnos diez días de descanso y respirar el aire puro de los Alpes suizos.
Tras llegar a Ginebra tomamos otro tren hacia Lausanne y allí el funicular que nos llevaba a Ouchy.
Llegamos tan agotados que nos hospe
damos en el primer hotel que encontramos al salir de la estación, el hotel Au Lac que compartía edificio con la gare.

Al despertar nos dimos cuenta de que la decisión no había sido tan mala. Desde la habitación la panorámica del lago Lemán era espectacular. En los días de sol, los Alpes se reflejaban en las aguas cristalinas y la escena era de cuento.

Los días siguientes nos dedicamos a vivir. Vagamos por el paseo que bordeaba el lago entre diálogos y discusiones a la sombra de los árboles, comimos, bebimos y tomamos baños termales en el paraíso de Evian des Bains, al otro lado del lago, en el país galo.


Fue el último día cuando la vi. Yo estaba empaquetando todas mis cosas, preparando el viaje de vuelta cuando entreví por la ventana una silueta dibujada en la terraza de la habitación de al lado. Ahí estaba ella, apoyada en la verja del balcón como una figura estática enmarcada por la luz del sol. Un pequeño recorte vestido de negro sacado de algún recuerdo. Me mantuve observándola durante largo rato y solo el viento logró mover ligeramente su vestido. Ni un gesto, nada.


Antes de salir del hotel pregunté en recepción por aquella mujer. Lo único que me supieron decir es que la dama de negro llevaba hospedada en aquella habitación individual desde hacía más de un mes. Desde su llegada había suscitado la atención de todo el hotel por la extrema juventud, belleza y melancolía de su rostro enmarcado siempre en intenso negro.

Desde entonces esa estampa me persigue y me llama a rebuscar en cada detalle una conjetura. Sabe Dios qué clase de secretos encerraría, en qué pensaría, qué la habría llevado hasta allí, que esperaría…


•••









*Esta es la historia más verosímil y realista que pude reconstruir a partir de estas 9 estereografías. La otra historia, la que pensé al principio, proponía la variante de juegos de silla con música de fondo, una banda completa de músicos ucranianos que tocaban katusha en el barco que unía Ouchy con Evian y que animaban al bueno de Alexander a bailar el Kazachok despertando sus raíces rusas, teletransportes Londres-Lausanne y monstruos que comen piernas en el lago Lemán. Pero los 4 ingenieros se me presentaron en sueños y me exigieron que no cambiase la versión de los hechos ni jugase tan a la ligera con sus vidas…

Si es que a veces una tiene que morderse la lengua…








3 comentarios:

  1. Ignorante de mí, que pensaba que no podrías volver a sorprenderme.

    Esperemos que algún día aparezca la última estereofotografía de la historia, en la que por fin se atreva a hablar con la mujer de negro y llegue a desvelarnos todos sus misterios.

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  2. ...una banda completa de músicos ucranianos que tocaban katusha en el barco que unía Ouchy con Evian y que animaban al bueno de Alexander a bailar el Kazachok despertando sus raíces rusas...
    =
    http://www.youtube.com/watch?v=YkqFXZxAI28&feature=related

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