el cubículo

Making off

todo empezó por curiosidad,

la misma que mató al gato y pica como demonios

Enero es un buen mes para tomar iniciativas y una de las mías era saber cómo iba eso de las exposiciones. Para tal fin, me vi acompañada de dos mozos que se convirtieron en dos personas de esas que sabes que estarán ahí pa cualquier cosa, porque lo demostraron y porque me vi en la estupendísima gracia de compartir con ellos de los mejores momentos del 2010 y eso no se olvida.

Entre los 3 montamos un peculiar chiringuito en el 202 de la calle Magdalena, que viene a ser el Ateneo Ferrolano. La exposición se tituló mentes divergentes, por la cosa de que cada uno teníamos nuestra forma de pensar, de interpretar y en definitiva de ver la vida. Cada uno se expresaba de un modo y venía de un rincón diferente. Pero a los tres nos atraía el abrir una esquinita de la mente al mundo exterior, y, a ver que pasaba...


Lo que pasó... 3 meses de salteadas "comidas de empresa" a base de bocadillos que acababan en risas y poca efectividad, y las consecuentes 3 noches sin dormir para montar todo, rapidez de sprays de Antón, precisión milimétrica de Efra y de fondo mis maravillamientos por cada rinconcín que quedaba agradable dentro del cajón. Resumidas cuentas, tensión y cachondeo por doquier y una gran satisfacción por parte del ateneo que nos permitió dejar la exposición otros 15 días.


Tengo que decir que en cuanto a lo que me propuse aprendí mucho de de-todo, aprendí a pelar cables para hacer luz de la nada, reafirmé mi fe en la silicona, el superglue, las grapas y mis señores padres, que se portaron con santa paciencia. Aprendí que la mezcla de betún de judea con pintura blanca es tan válido como cualquier tinte especializado y que hay gente a la que le gustan los cartelitos explicativos y otra que no... pero sobre todo aprendí de mi.

El reflexionar acerca de qué hacía exactamente con tanta chatarra, que unía todo, el observar y examinar qué era lo que habitualmente se me pasaba por la cabeza, hizo nacer a dos personajes que vienen desde los 60 y que ahora están saltando entre neurona y neurona como si los conociese de toda la vida. Ya se qué piensan, qué sienten, qué tipo de mermelada les gusta más y qué jersey nunca se pondrían, como miran y como sonríen. Son la unión entre el pasado y el futuro de algo o alguien que soy y no soy al mismo tiempo. Algo que está ahí, que vive y me reaviva...

Asique como conclusión, puedo decir que aunque no haya vuelto a mirar a mayo hasta ahora por la cosa que me da echar la vista atrás, tengo mucho que agradecer a la atmósferilla esa que me envolvió y a todos los que estuvieron ahí por hacerme avanzar un poco más... :)

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